2012-07-17

Montaigne sabía muy bien de lo que huía, pero no lo que buscaba.

2012-04-04

Pasa la vida, pasa la vida...



Es curioso, al recaer por aquí tras mucho tiempo, y repasar posts anteriores... la sensación de cuántas cosas han cambiado y cuantísimas siguen igual. En ambas categorías, entra lo trivial y lo fundamental (siempre desde mi punto de vista ombliguístico).



¿Para bien, para mal? la sensación es que para bien, pero vaya usted a saber si estas apreciaciones tienen algún sentido en realidad. A la vida nada le parece bien ni mal. La vida, simplemente, pasa. Y nosotros con ella. Y no "pasa" nada. Y todo pasa...



Dispersión, anyone?

2009-06-07

Por qué casi nadie es de fiar


Estoy de vuelta. No sé si esto despierta este blog, o si es una revuelta en sueños, un levantarse legañoso a hacer pis y luego volver sonámbulo a la cama, o un farfulle ininteligible. Bueno, pues si es un farfulle, por lo menos que lo sea ajeno :-)


'Si ustedes se fijan y hacen memoria o repaso, es probable que conozcan a poca gente que no anteponga algo más bien impersonal y abstracto a sus relaciones con las personas. Hay una frase que se repite con naturalidad en todos los ámbitos y que no sólo es aceptada, sino que por lo general “queda muy bien” y suscita admiración. Quien la pronuncia suele recibir aplausos y es visto como ejemplo de entrega, de abnegación, de altruismo y hasta de lealtad. Con sus obligadas variantes, se puede escuchar lo mismo en boca de un futbolista que de un político que de un guerrillero, no digamos ya en las de un nacionalista o un clérigo de cualquier religión, que cifran en ella su razón de ser. Yo la encuentro, sin embargo, una frase inquietante si no aberrante, que me lleva a desconfiar inmediatamente de todo el que la haga suya bajo cualquiera de sus infinitas formas. La frase en cuestión viene a decir que algo casi siempre inexistente –o cuando menos inaprensible, o intangible, o amorfo, o invisible– “está por encima” de todo lo demás, y desde luego de las personas: Dios o la Iglesia, España o Cataluña o Euskal Herría, la empresa, el partido, la ideología, el Estado, la revolución, el comunismo, el fascismo, el sistema capitalista, la justicia, la ley, la lengua, esta o aquella institución, este colegio, este periódico, este banco, la Corona, la República, el Ejército, el nombre de cualquier cosa, la cadena tal o cual de televisión, una marca, el Barcelona o el Real Madrid, la familia, mis principios, mi pueblo. Desde lo más ampuloso hasta lo más baladí, todo puede “estar por encima” de las personas y no hay ningún inconveniente en sacrificar o traicionar a éstas en aras de lo que para cada cual sea “sagrado” o “la causa”, ya se trate de ideales, entelequias o quimeras; de imaginarios incorpóreos las más de las veces.

Me siento seguro y tranquilo en la compañía de quienes carecen de toda lealtad ‘superior”
No hay apenas diferencia entre lo que gritan los suicidas islamistas en el momento de inmolarse (“Alá es el más grande”, si no me equivoco) y el primer mandamiento de los cristianos (“Amarás a Dios sobre todas las cosas”, tal como yo lo estudié). El resto son variantes o copias de esta absolutista afirmación, aplicadas a lo que se le ocurra al cenutrio de turno, desde el “Todo por la patria” que ignoro si todavía corona en España los portales de los cuarteles hasta la “Revolución Socialista Bolivariana” o como quiera que llame Hugo Chávez a su proyecto totalitario en Venezuela, pasando por “el ancestral pueblo vasco”, el Rule Britannia, el Deutschland über alles, “la gran patria rusa”, o bien Hacienda, The Times o Le Monde, el Manchester United o la Juventus, la monarquía, la Constitución, la BBC o la RAI o TVE, el Papado o la revolución cultural, por supuesto “el pueblo soberano” y el nombre de cualquier empresa multinacional o local.

La frase en cuestión es a menudo rematada por otra similar, pero aún más explícita: “Las personas pasan, las instituciones permanecen”, como si estas últimas no fueran, desde la Iglesia hasta el Athletic de Bilbao, obra e invención de las personas, y en realidad no estuvieran al servicio de ellas, sino al revés. Lo cierto es que a lo largo de demasiados siglos se ha logrado hacer creer eso a la gente, que todos estamos al servicio de cualquier intangible y que somos prescindibles en aras de su perpetuidad. No es, así, tan extraño que esas afirmaciones categóricas y vacuas gocen de tan magnífica reputación, ni que quien deja de suscribirlas sea tenido por un apestado. ¿Cómo, que no está usted dispuesto a sacrificarse por la empresa, Fulánez? ¿Un soldado que no se apresta a morir por su país en toda ocasión? ¿Un revolucionario que no delata a sus vecinos? ¿Un fiel que pone reparos a hacerse saltar por los aires si con ello mata a tres infieles? ¿Un creyente que no abraza el martirio antes que abjurar de su fe? ¿Un futbolista que no rechaza una jugosa oferta económica para seguir con el club que lo forjó? He ahí ejemplos de un egoísta, un cobarde, un desafecto, un traidor, un apóstata, un pesetero. El que no pone algo por encima de sí mismo, de las personas y de sus afectos sólo se hace acreedor al insulto y al desprecio.

Y sin embargo … Yo me siento mucho más seguro y tranquilo en la compañía de quienes carecen de toda lealtad “superior”, de quienes nunca anteponen ninguna abstracción al aprecio por sus allegados, de quienes sólo se volverán contra mí por mis actos y no por ningún dogma ni creencia ni ideal. Es más, son esas las únicas personas en las que confío, y en cambio nunca podría hacerlo en un religioso ni en un político ni en un militar ni en un nacionalista, tal vez ni siquiera en un creyente ni en un militante ni en un patriota oficial, porque sé que cualquiera de ellos estaría presto a traicionarme o a sacrificarme. Llegado el caso, serían vasallos de lo que hubieran colocado “por encima”, e incondicionales de ello aunque reprobaran el proceder de quienes lo encarnaran. Por eso no me fío enteramente de casi nadie, tan extendido está el sentimiento que da lugar a esa frase. Y si ustedes se fijan y hacen memoria o repaso, verán también, bajo este prisma, de cuán poquísimos se podrán fiar.'


Javier Marías, 'La zona fantasma' 7/6/2009
(el de la foto es Álvaro Pombo; no tiene nada que ver, ¡y qué más da!)

2008-09-02

Adelante?


2008-08-16

Comment les ailes sont attachées au dos des anges

2008-04-10

Thoreau

"No tengas en cuenta los éxitos y fracasos del pasado; todo el pasado es un fracaso y un éxito... Vete al diablo y vuelve... Muere si puedes. Márchate. Cambia tu salvación por un vaso de agua. Corre el riesgo, si sabes de alguno. Si no, disfruta de la seguridad. No te molestes en ser religioso: nadie te dará las gracias por ello... No albergues dudas si no son agradables para ti. Mándalas a la taberna... En cuanto a la salud, considérate sano y ocúpate de tus asuntos. ¿Quién sabe si ya estás muerto? No te detengas por temor: vendrán cosas más terribles y no dejarán de hacerlo. Los hombres mueren de miedo y viven de la confianza. No seas obediente como los vegetales... Haz lo que nadie podría hacer por ti."

2008-04-02

IA y otros tantos -y tantas- tontos...


La forense levantó una mano para pedir una pausa, bebió un trago de agua, otro de vino, otro de agua, y volvió a coger su bolígrafo.

- Estos cortes secundarios indican un lujo de precauciones, una preocupación por rematar el trabajo, por completarlo y que quede, si es posible, irreprochable. Esa comprobación adicional, ese exceso de conciencia, son vestigios vivos de la disciplina escolar, que pueden derivar en neurosis de perfeccionismo.

- Sí -dijo Adamsberg (...).

- Esa tendencia hacia la excelencia sólo es una defensa contra la amenaza del mundo exterior. Y es esencialmente femenina.

- ¿La amenaza?

- La voluntad de perfección, la verificación del mundo. El porcentaje de hombres que presentan esos síntomas es insignificante. Así, hace un rato he comprobado que la puerta del coche estaba bien cerrada. Tú, en cambio, no. Y que llevaba las llaves en el bolso. ¿Sabes tú dónde están las tuyas?

- En su sitio, enganchadas en un clavo, en la cocina, supongo.

- Lo supones.

- Sí.

- Pero no estás seguro.

- Joder, Ariane, no puedo jurarlo.

- Sólo por eso, y sin necesidad siquiera de mirarte, ya sé que eres un hombre, y yo una mujer. Occidentales. Con un margen de error del doce por ciento.

Fred Vargas, La tercera virgen.